lunes, 10 de agosto de 2009

El escritor y sus mundos


Por Juan Di Loreto



Afuera la noche es fría. Adentro, un piano y un bajo, iluminados por dos pequeñas velas, cifran los momentos anímicos de los personajes de “Los novios de las estaciones”, la obra que dirige Natalia Lagarreta y que se presenta en el Espacio Pata de Ganso en el barrio del Abasto.
Vemos, en un principio, las imágenes de la quietud y el ensimismamiento de un joven escritor (Maximiliano García): está derrumbado sobre su máquina de escribir en su habitación rudimentaria. Allí, en su soledad, ensaya palabras, arroja lo escrito, piensa, enmudece y, luego, se refugia en los ejercicios del cuerpo para alejarse un poco de su encierro metafísico. El joven escritor, con su ropaje de principios del siglo XX, vive entre espectros y fulguraciones. Está solo y, en su soledad, lucha contra los fantasmas de la escritura.
Pero ese aire poético (somnoliento y alejado de las noticias del mundo) en que trascurre la obra, se quiebra cuando llegan ellas. Amantes y compañeras, dulces y terribles, son las mujeres que rodean al escritor. Lo miman, lo seducen, le preparan una cena. Todos los vínculos se dan como en flashes. Con la rubia tímida y cálida (Ana Juarez), el azar los cruza en un balneario. Se miran y, quizás, se enamoran. Todo es candor, todo es platonismo. Pero con Martha Lynch (Sara Calla), no. Es una femme fatale, cuyas líneas del cuerpo marcan el campo de los deseos.
¿Quiénes son esas mujeres? ¿Quién es ese hombre? Los ciclos de la vida entre los vaivenes, inevitables, de las estaciones. Todo se torna metafórico, si ya no lo era. El escritor vive entre mundos (¿qué mundos?); discurre entre esas mujeres, reales, imaginarias, fantasmas del pasado.
El escritor se pierde, se lastima, sufre y, al fin, se encuentra en sus palabras, que ya son de ellas. Y vuelve (¿derrumbado?) a su soledad, a la máquina de escribir, al pequeño cuarto que es su mundo y el nuestro.

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lunes, 3 de agosto de 2009

Fotografías del enlace.




por martín villagarcia.